domingo, 17 de julio de 2011

Manual para la supervivencia en un camping español

Un camping es un destino de vacaciones que puedes encontrar a lo largo y ancho de este mundo, con similitud de instalaciones y con gente de todo tipo que bien porta grandes tiendas, ostentosas caravanas venidas de países lejanos y que van a dar después de miles de kilómetros y en caso español y por ejemplo, mediterráneo, a un lugar cargado de chicharras, tierra, piedras, con suerte césped, quién sabe si sombra y unos vecinos que pueden dar una imagen de España de lo más cañí.

Los callados. Son los extranjeros del norte de Europa. Parejas de jubilados o casi a punto de serlo pero todos ellos canosos, que despliegan alrededor de la autocaravana un toldo y debajo un mundo. Mesa de campo, sillas, caseta anexa para cocinar… Se muestran tranquilos, sin dar más ruido que el de las frituras que cocinan, desayunan en silencio, y pocas veces se verán las carnes al señor, que vestirá una camiseta de tirantes super ridícula además de gay, y la señora una bata de tela fina. Te los cruzarás individualmente cuando vayas al baño, levantarán las cejas o algo peor: Tú habrás estado cotilleando e intentando averiguar de dónde son por su matrícula y una vez diste con el “buenos días” en su idioma lo dirás en el cruce, pero te romperá con un “buenos días” perfecto en español. Acabas de salir derrotado, él no habrá cavilado tanto como tú y eso se debe a que en Europa central hubo un Medievo cultural y no una reconquista militar matamorisca y por tanto te habrá ganado en la justa lingüística.

Las gordas. Españolas que apenas salen de su grupo de amistades (si las tienen) y que maniatan a los maridos con trae esto, vete y lava lo otro, refuerza el cordaje, lleva a la niña a mear… Nunca estarán de acuerdo con su pareja y charlarán con los vecinos de cualquier cosa con tal de parecer amables y hacer pensar que el motivo de que a las 8:00 de la mañana ya estés escuchando su voz, que al principio te hace gracia pero después de unos días ya estás a punto de lanzarla el arpón, será porque el marido, generalmente un bonachón capturado y caído en sus redes, habrá preparado alguna tontería que la ha hecho enfurecer (… pobrecita). A la gorda habrá que sumarla el vestido de flores cercano al de las señoras de pueblo y un bikini de vete tú a saber qué talla. Precaución si miras justo cuando se agacha a coger a la niña, aquello puede dar con una visión que raya la espantosidad y te acerca a la exploración de canales y grietas terrestres. Ojo, que a estas combinaciones de cacho pan más gorda que vocea se suma niña de menos de cinco años que llora por todo y se entromete en parcela ajena.

Los niños. Se da el caso de niña tierna que entra en tu parcela, te coge las cosas y las lleva a su madre gorda, que preguntará “¿de quién es esto? ¿dónde lo cogiste? Y se abren dos opciones “bueno, no vuelvas a hacerlo” que significa, te has quedado sin lo robado a no ser que vayas a pedirlo y queda muy cutre. Y la otra, “pues vamos a devolverlo” que implica una visita de la vecina que posee un radar extraordinario para sacar cualquier tema de conversación, quedarse allí un rato, y ya tener pretexto para hacerte algún comentario de vez en cuando. Los niños son tan inocentes que van con la pirulina a la entrada de tu tienda a hacerte pis o de pronto se harán caca en tus cercanías, consiguiéndolo siempre antes de que el padre le coja y se lo lleve en silencio, o comience una escala de lamentos y quejas en voz alta para que todos sepan que el hijo de tal se hizo caca y ella tuvo que ir a limpiarlo (no su marido). Los niños disfrutan el camping sobremanera. Van a tiendas de al lado en busca de cosas y hay veces que se encuentran con otros niños, lo que provoca un juego en el que la posesión de cosas propias carece de utilidad y todo acaba esparcido. A la unión de niños le sigue la complacencia de los padres, “no no importa”, “nada, déjale aquí que no molesta”… mentira, si que molesta.

Los adolescentes. A punto de serlo y los propios porta granos, se sienten aburridos en lugares como los campings. La pandilla de amigos se convierte en un grupo variado de desconocidos que juegan al escondite en todo el camping (pobre del que la pocha) y de correcalles de chicos y chicas en plan “este me gusta y el otro qué feo es”. Los chicos juegan en la piscina o se escapan hasta la playa para hacer el tonto con un balón y rebozarse en la arena como croquetas. Alguno incluso, que aún conserva el futuro de arquitecto, como todos los niños en la playa, construirá alguna barrera anti olas. Las chicas en cambio estarán super arregladas, se ducharán y peinarán y no jugarán a nada. Como mucho tomarán un helado o refresco en la cafetería o pasarán las horas en la entrada del camping guardando la compostura y persiguiendo con la mirada al más melenas, más macarra, o al que tenga más bronceado, escapando si es posible, con algún veinteañero autóctono y en su mayor parte, paleto, que se arrimará por allí con una moto destartalada, pero el fin y al cabo, moto, que no bici.

Las parejas. Calladas, silenciosas, casi como que no están. Van juntos a los baños, van para allí y para aquí y sólo las más liberales mostrarán a sus individuos yendo al baño en solitario, amenos al peligro que aquello puede significar con tan singular escaparate en el camino. Buscan tranquilidad y no dan más que hablar. Comen bocatas de sardinas, rebanadas de paté, ensaladas con atún en aceite y pulpo en lata y tienen tiendas más pequeñas que las del resto. Lo que se llama economía económica. Veredicto: Si te encuentras en la parcela de al lado con una pareja: No hay peligro.

Matrimonio con hijos. Si es español tendrán una tele en el complejo de tienda-caravana-toldo… y estarán entretenidos viendo la tele un buen rato. Tenerles cerca significa enterarte de todas las noticias y programas de televisión incluso desde dentro de tu tienda. La mujer se acerca a la gorda anteriormente citada y durante el día pretenderá barrer y tener todo controlado y ordenado, si es que tienen una macro parcela. Si no será una amante de la limpieza de la mesa de campo y las sillas del Carrefour, así como tener la comida predispuesta y servida en los platos y fiambrera de colores que todo español tiene con tortilla, pimientos y filetes de pollo rebozados. Se extiende la opción de matrimonio con hijos franceses, de carácter silencioso, con todo bajo control que mutarán de color desde el blanco al rosa, rojo y pocas veces alcanzarán el moreno. Atención al acento gabacho que puede provocar que tú también hables con la lengua pegada al cielo o la boca en forma de culo. Si en esta categoría la variante es italiana podría ser algo de mayor desorden que el gabacho y con mayor carga léxica, que significa más palabrotas, o al menos será que éstas las entenderemos.

Los perros. Hay campings que los aceptan y pueden ponerse a aullar por la noche o hacen caquita en tus proximidades sin que los dueños le vean o duermen y a la mañana siguiente dicen no haberse enterado. Otros te persiguen después de haberte vigilado mientras comes y cuando pasas al lado salen detrás para asustarte. A eso le siguen las voces de los dueños, “chsss”, “quieto, ven aquí”, “¿cómo te lo tengo que decir?” Señora, es un perro, quizás ladrando la entienda. Ay qué revoltoso está hoy… será el tiempo.

miércoles, 6 de julio de 2011

Filosofada sobre la sucesión del poder

La incompatibilidad de algunas personas se agranda una vez llegan al poder y cogen el mando en diferentes instituciones, entidades o grupos sociales; es más, un perro olerá a otro el culo tal cual y serán tan amigos, juegos para aquí y para allí pero si uno de ellos pretende ser el líder, ay tú, agárrate los machos que se altera la jauría.

Y esto viene fruto de qué, ¿del ansia de poder? ¿del choque de identidades? Algún filósofo dijo algo y otros pensadores dirían lo otro. No me hace falta leerlos para pensar por mí mismo. Las actuaciones se repiten en todos los ámbitos. Que el de antes creyó hacer esto y al ver al sucesor hacer lo que no quiere se rebelará; pero más escocerá y chillará al aguantar ver a otro en una silla que un día fue suya y al pretender ayudarlo por no caer en errores y baches donde él estuvo y cayó, el nuevo no lo haga caso y lo aparte, pensando que lo quiere arrebatar su insignia de sheriff, o bien creer que sería la primera tanda de un suceder de consejos que pudieran desacreditarlo ante los ojos de otros cercanos. O también quisiera arrollar con su plan de nuevas ideas (en ocasiones no tan frescas y simplemente repetidoras de una estrategia anterior pero con otro nombre u otro guía; al final llegarán al mismo punto, pero cada cual lo habrá vendido a su manera).

Cachondo y perturbado, el primero se irá alejando a no ser que quiera dar un golpe de estado, picando de vez en cuando porque escueza el diario del ascendido, y éste, en la supremacía, y haciendo oídos sordos al otro, lo dejará ir sin darlo ese aplauso que tan merecido tiene, pero que tanto le jodería. Una patada en el culo y sus problemas en parte se habrían ido. Dejémoslo en un cierre de puerta y un querer rejuvenecer su entorno, sin darse cuenta el tontorrón, que el próximo en irse será él mismo, y quizás apaleado. Sí, sí apaleado.

viernes, 1 de julio de 2011

El que sigue siempre y el que no

Abraracurcix siempre subido en el escudo y portado por un alto al hombro y un bajo sobre la cabeza daba aspecto de jefe serio y respetable, imponente, diría, cuando salía a recibir al vallado a aquel que se acercaba y buscaba cobijo en tierras galas. Venían en ruta hasta Lutecia, y dejaban unas monedas al herrero, al pescadero… A menudo se reía de los de Laudanum, batalleaba con los de Petibonum… Su alter ego ascendía hasta la diestra de Tutatis, y ese momento altivo perecía tras el grito de Karabella, la pequeña gobernanta de su choza (esa con la cabeza de ternero en el frontal).

Abraracurcix, el jefe, aguardaba el regreso impaciente de Asterix y Obélix, envueltos de nuevo en otra de sus aventuras, y unas viñetas más adelante se jartaba de jabalís bajo las estrellas y una noche donde Asuranceturix, el bardo, siempre quedaba apartado atado a un árbol.

Paco Fernández paseando con el perro por la explanada de la Junta era el jefe de una aldea en su día romana y ahora cada vez más rumana. Junto a un alto cazurrón, salía a saludar a los jerifaltes que se acercaban a su ciudad. Peregrinos que dejaban unas perras en las tiendas de regalos y tomaban unas tapas por el Húmedo. A veces inauguraban un aeropuerto, una nueva estación de tren… Aunque era pequeño, tenía gran poder desde Eras a la Lastra, desde el Crucero hasta las Ventas, aunque siempre se vio superado por Isabel, la firmante en los Guzmanes (ese junto a Botines).

Paco Fernández, el alcade, esperaba un buen desenlace con Iván y María, que estaban en Vías charlando una vez más con los jóvenes, y unos días después, se quedaba sin comer las sopas en la Plaza Mayor mientras Artem Valerievich, Arty, tocaba el réquiem en la Calle Ancha.