viernes, 26 de diciembre de 2008

¿Pasó ya Navidad?

Suponiendo que haya pasado Nochebuena y el día de Navidad del 2008, te escribo estas líneas.

Habrá pasado, supongamos, como cada año. Tu madre y tu abuela llevarán días pensando en el menú, y si ahora es aquí, en nochevieja será allí. Como siempre. Bueno, como siempre desde que falta tu bisabuela, que antes os juntabais todos, y cuando dices todos, salvas introducir a los de la familia de León, y quedábamos los del pueblo… o los de los alrededores, pero no de la ciudad, no los de la finca, sino los de la huerta.

Aquellos eran años en los que jugabas con tu primo, tu hermano era pequeño, tu otro primo más pequeño, y nos pasábamos la noche del 24 deseando que llegase el día siguiente para ir a casa de Tía Chelo a por los regalos. Luego se fue dejando aquello, y el único sitio donde me venía Papá Noel desapareció.

Ahora esto es más diferente. Yo no lo siento igual. Faltando mi bisabuela, la familia se esparció, y cada cual corrió a sus casas, y las abuelas se convirtieron en las anfitrionas. Como cada domingo vamos a su casa, pues aquello era más de lo mismo, y por eso no se siente igual.

Atrás quedaron los juegos de cartas, las canciones, las pesetas y los duros cuando perdíamos. Lejos ya y casi olvidado ese olor a lombarda con las alubias de cena, el cordero y ensaladas, la tarta casera, las montañas de nueces, los turrones, con el especial para los diabéticos… los panecillos de entrantes mientras todos nos agolpábamos en la pequeña cocina de la Plaza Mayor, número 1... Aquellos años eran noches buenas y días de Navidad sin tele, sólo de charlas, debates, discusiones y risas entre todos, entre la familia…

Las tapas de todos en la Casa de Cultura se transformaron en un vino con tu hermano y padres. La comida fue un paso más que se acabó al final ante el empacho con el remate de la tarta y la otra sin poder probarla.

Una tarde en casa, tranquilo, relajado, sólo; terminando un informe a presentar antes de fin de año, y un viaje a las puertas, que me llevará a Grecia de nuevo, (desde hace más de un año que no piso aquello), pero un viaje necesario para desconectar de todo, acabar el año de una manera diferente a como viene siendo habitual, y recargando las pilas para un 2009 que llegará cargado y con alguna decisión importante que tomar (sabiendo que otras ya van llegando solas).

Feliz Navidad si es que fue feliz, y próspero año nuevo, de verdad. Por aquí dicen “Kalá Ejristujena”. Será que tiene que ser así…

jueves, 11 de diciembre de 2008

Exclamación


Llama la atención una exclamación en el medio de la nada. Una plaza con sillas y bares, una cabina, unas flores… lo de siempre. Llama la atención, pero apenas se fija la gente...

Llama la atención un niño, que corre asustando a unas palomas. Atrevidas, vuelven a por las migas del bocadillo que el niño no quiere y que la madre de su enemigo tira. Son tontas, pero muchas.

Llama la atención una señora, que cruza y se pone a increpar al niño. La madre se pone roja. Me llama eso la atención. Qué susto las palomas al vuelo, señora.

Me llama la atención, claro que si, que estemos tú y yo en una plaza de Zagreb, la mejor plaza para tomar un café y leer la prensa. Nos llama la atención que una amiga croata de una amiga española nos esté haciendo de guía. Nos llama la atención que no la conozcamos de mucho más que un par de mails y esté allí con nosotros, como de toda la vida.

Nos llama la atención que vengan sus amigas. Con sus ropas. Con su estilo. Nos llama la atención que en el mismo grupo de amigas haya moods y haya pijas. Nos llama la atención.

Me llama la atención el camarero, que bajemos los pies de una silla. Ay perdón, me estoy pateando Zagreb y sólo quería relajarme...

Me llama la atención que la llamada de atención del camarero fuese una llamada de atención en croata, que una croata me traduce a inglés, y tú te lo traduces a tí misma en griego, y yo me lo paso al español. Me llama la atención todo el proceso…

Me llama la atención ahora mi madre, de que es tarde para cenar, y yo aquí sigo con estas líneas… En la plaza la llamé por teléfono a ella, pero no la atención, como ella a mi…

Me llaman la atención todas las cosas que me llamaron la atención en aquel momento, aquel día, y que aún siguen en mi cabeza. Me llama la atención ahora que no recuerde el nombre de la plaza, pero sí de todo lo que allí viví. La madre, el niño, la anciana, la exclamación…