martes, 12 de agosto de 2008

Errantes

Errantes. Caminando en una fila. Cruzando un puente que otros dias no tiene más gloria que el cruce de coches y más coches, y es en estos es dias cruzado por más personas que carros durante el año. Tiendas allí y aquí. Acampada libre. Ahí cerca de la pared del Rompeolas, donde apesta una semana más tarde aún a pis, ahí monté mi tienda. Vas de cerdo, con amigos. Vas a buscar un hueco donde hinchar tu colchoneta y anclar tu Quechua. Buscas un sitio donde dejar sólo media espalda. Fuiste unos meses atrás con la griega por allí. Ya sabes, a éste le gusta escaparse por el norte, a esas tierras de viejos cilúrnigos y seguidores de Deva. Esas cercanías de Onís y ese Noega de antaño. Jamás pensabas que acamparías allí. Si, bueno, el prado habitual lo dejaron cerrado, y hubo que acampar en el primer hueco libre de hierba que quería ser paja.

Después de eso hubo una merienda campestre, sobre toallas de playa que entraron en la lavadora con manchas de calimocho, aceite de sardinas y arenas de la playa. Amén. Ya dije: íbamos de cerdos. Una remesa ya con la chaqueta, pues apuraba el rocío y el fresco de la noche de Agosto, y dale que te pego a los juegos de los amigos al tanto de un vaso de cachi. Al rato, los incondicionales de la noche. Gente de AEGEE Oviedo y AEGEE Santander, que por espacio, acampaban a veinte minutos de allí, y la pequeña colonia leonesa les pillaba de paso a la marabunta. Jaja, jeje, y todos juntos por ese bendito puente que a la mañana siguiente vio llegar a los remeros y sus canoas, y que mis ojos, otro año más, vieron en resúmenes por la tele. La noche fue larga. Venía otro día. Nada como la playa, siesta a la solana y baño. Un loco ya estaba montando un ordenador en plena playa, con altavoces y haciendo las delicias de aquellos fiesteros engominados de la playa, de collares en cuellos de toro y cigarrillo a lo pijo. Se retornó para comer alguna cosa y vuelta a la playa. Siempre en fila. Siempre entre la gente. Colgaos, coloraos, buscadores de papel, incondicionales con la cerveza en la mano, resacosos, gordinflones y mazaos de gimnasio… Allí hubo de todo. Hasta aquel que cabó con una pala un hoyo en la playa y al acercarse el guardia y preguntarlo qué hacía lo respondió “busco mis llaves”. Fuera del agujero, vale ya la bobada y a tapar los dos metros de profundo. ¿Premeditado? ¿De dónde salió esa pala? ¿Toda la noche cavando? Por la tarde no hubo siesta, hubo un balón. Aún nos reíamos del escavador.

A la caída del sol. Regreso a lo mismo del día anterior. Se sentía el cansancio. Se vio en la gente. Pero en todas las calles había gente sin sentido.

El domingo amaneció caluroso, arreando para sacarnos de las tiendas y empacarlas en los coches. En una hilera de cacharras (menos el del hijo que le dejó papá el coche) durante un buen rato nos encaminamos a Gijón, y allí, en San Lorenzo, di por finalizado el fin de semana. No había lugar a bromas. No había energía para reír. En coche a León y por Autopista. No había ni garantías de llegar arriba por Pajares. Íbamos sin ser. Íbamos como idos. Íbamos errantes.

martes, 5 de agosto de 2008

Castorín

Cuando el “castor” sobrepasa fronteras es algo grande. Aquella cara estúpida de Chema y Soni de Oviedo, y que popularizamos y lanzamos al mundo internacional los tres en una fiesta de Nápoles en el Otoño de 2006 por no gastar cuatro euros en una lata de cerveza Alhambra, en aquel pub donde nos metieron a unas mil personas, se ha convertido en un símbolo de AEGEE por España. No hay evento en nuestro Netcom que no se enseñe, no se repita. La leyenda del “castor” sigue adelante. Tiene facebook, tiene un baile, tiene un juego…

Pasé las últimas semanas con un grupo de extranjeros venidos a León y Santander, al Norte de España, a esta idea de hace más de 20 años de la Summer University y que tanto nos gusta a los que empezamos a ser míticos en esto. Hubo risas, caminatas, city tours, juegos y fiestas. Hubo tiempo para el descanso. Poco, pero hubo algo.

Y ahí fue, en Valporquero, a la entrada de la cueva y esperando nuestro turno, cuando estando la gente medio dormida, sentada en unas escaleras y cansada, el castor tomó forma oficial hacia Europa.

Como pasos de aprender, cual Chiki Chiki, el uno, y sacando los paletos. El dos, hinchando mofletes. Tres, echando el aire, y cuatro echando la cabeza para detrás… El Workshop tomaba forma. Pusimos las manos encogidas en el pecho, y repetimos los pasos. Ya teníamos el legado de Oviedo.

Para el baile que dio León hubo que ponerse de pie. En posición de correr, pero si el cuerpo se mantenía sobre el pie derecho, el brazo derecho y doblado había de estar adelante. Si, contrario al habitual. ¿Amorfo? ¿Hay algo con razón y serio en todo esto? Vete aumentando la velocidad… es total…

El añadido cántabro llegó al ponerse en posición tradicional, de baile nacional, de Paquito Chocolatero. En fila y cogiendo la mano del anterior entre sus piernas y cediendo la otra tuya por debajo de tus piernas. Intentando bailar con el soporte leonés, y poniendo la cara que legó Oviedo… ¡Tenemos el “castor pack”!

¡Qué grande es el castor, él si que ya es un mito!